—Algún día mi querida muchacha, llegará un príncipe azul en un hermoso corcel blanco, te bajará de la torre y te llevará a vivir en un gigantesco castillo. ¡Ya verás lo felices que seremos! —comentó la madre mientras preparaba un guisado de lenteja.

—Solo me gusta el color azul cuando está en el cielo, y el blanco cuando se presenta en las nubes. No quiero dedicar mi vida a tener que bañar un mugroso caballo y… ¿un castillo? es demasiado pequeño para todo lo que quiero hacer. Prefiero viajar por el mundo entero — respondió serenamente la hija con su ojo pegado al telescopio.

Una mañana un extraño ruido en el cielo las despertó, y al mirar por la ventana, la muchacha mil cosas preguntó.

—La llaman avioneta —contestó la madre.

—¡Quiero ser avionetista! —exclamó con emoción.

—Aviadora —corrigió la mamá; quien sintió algo de temor, pero la idea no le disgustó.

La intrépida niña a su madre convenció de vender la torre y comprar una avioneta a la que llamaron Corcel, y a galope y toda marcha emprendieron un viaje que atravesar nubes y lidiar con tormentas las llevó; con el paso del tiempo sus aventuras el mundo conoció, y es así como fueron llamadas: las intrépidas aviadoras. Y colorín colorado, este cuento no se ha terminado, hasta que todas las niñas se monten a su corcel y viajen sobre montañas mostrando su gran poder.