Pasados cuatro años, empacó en una maleta sus ilusiones, conocimientos y una libreta con numerosos contactos. Con estos elementos estaba seguro que sus sueños  se iban a cumplir. Lo primero que hizo cuando arribó a la terminal fue dirigirse a la Alcaldía, y estando allí, con minúsculo detalle explicó: el acueducto es un sistema que permite transportar agua desde un lugar provisto por la naturaleza, hasta un punto de consumo alejado; cualquier asentamiento habitado, por pequeño que sea, necesita un sistema de abastecimiento que satisfaga las necesidades vitales.

Con esta práctica y sabia explicación el alcalde quedó convencido de hacer la construcción. Juntos movilizaron al pueblo y todos los amigos que Pacho había hecho en Tipitape. La maquinaria llegó, el pueblo ardía de emoción y esperanza; kilómetros de tubería se instalaron bajo la tierra y después de ocho meses de intensa labor, se abrió la primera llave en una casa del pueblo; vivienda que desde ese día en la entrada exhibió, un bonito letrero que decía: Pacho el fontanero, cualquier tubo roto, yo voy y se lo arreglo.